Sermón del Monte
La carga de la santidad autoimpuesta
6/29/2024


Hola amigos de Semilla de Shalom!! Hoy queremos reflexionar sobre el tan conocido Sermón el Monte. Jesús (Yahshua) quería enseñarnos lo que por tanto tiempo nos dijo la iglesia, que teníamos ser santos y que cumplir a raja tabla sus palabras, y si no las cumplíamos éramos pecadores y nos llenábamos de culpa y frustración?
Aquí sus palabras:
Mateo 5:1-20 “Cuando vio a las multitudes, subió a la ladera de una montaña y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, tomó él la palabra y comenzó a enseñarles diciendo: bienaventurados los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece. bienaventurados los que sufren, porque serán consolados. bienaventurados los humildes, porque recibirán la tierra como herencia. bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. bienaventurados los compasivos, porque serán tratados con compasión. bienaventurados los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece. bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes. Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿Cómo lo recobrará? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una montaña no puede esconderse. Tampoco se enciende una lámpara para cubrirla con una vasija. Por el contrario, se pone en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos. No piensen que he venido a anular la Ley o los Profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento. Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la Ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere la de los fariseos y la de los maestros de la Ley.
Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates”. También se les dijo que todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal. Pero yo digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Y cualquiera que le diga: “Insensato”, quedará sujeto al fuego del infierno. Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda. Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, el juez al guardia y te echen en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo. Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio”. Pero yo digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo y no que todo él vaya al infierno. Se ha dicho: “El que se divorcia de su esposa debe darle un certificado de divorcio”. Pero yo digo que, excepto en caso de inmoralidad sexual, todo el que se divorcia de su esposa la induce a cometer adulterio y el que se casa con la divorciada comete adulterio. También han oído que se dijo a sus antepasados: “No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor”. Pero yo digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y cuando digan “no”, que sea no. Cualquier otra cosa que digan más allá de esto proviene del maligno. »Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga una milla, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda. Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿Qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿Qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto, sean perfectos como su Padre celestial es perfecto.
Aquí nuestra reflexión:
"La carga de la santidad autoimpuesta": En el Sermón del Monte se contemplan altos estándares de santidad y justicia. Hablamos sobre la necesidad de ir más allá de los actos exteriores y examinar el corazón, desafiando no solo a evitar el asesinato, sino también el enojo, no solo el adulterio, sino también la lujuria en el corazón.
Esto revela la imposibilidad de cumplir la ley por nuestros propios esfuerzos. Pero, amigos, no queremos abrumarnos, sino profundizar a un entendimiento mayor de La Gracia de Dios.
Muchos nos esforzamos incansablemente por ser perfectos, cargándonos con expectativas y leyes autoimpuestas, creyendo que solo así podremos agradar a Dios.
Sin embargo, este peso no es el que el Padre desea que llevemos. La verdadera santidad no se trata de una lista interminable de reglas y sacrificios personales. Se trata de una relación de amor y dependencia con Dios.
Mateo 11:28-29 dice: "Vengan a mí todos los que están agobiados y cargados, y Yo les daré descanso. Tomen mi yugo y aprendan de mí, porque Yo soy manso y de corazón humilde; y así encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera." Esto significa que no tenemos que enfocarnos en alcanzar la perfección, ya que no se puede alcanzar. Yahshua cumplió la ley en su totalidad. En su sacrificio, llevó todas nuestras cargas, todos nuestros esfuerzos fallidos, y los reemplazó con Gracia y Amor.
Por lo tanto no es algo que podemos cumplir en su totalidad, él le habla a los lideres religiosos de la época que demostraban que sí cumplían la Ley, sin embargo esto no era cierto.
Dejemos de lado la carga de la santidad autoimpuesta, la hipocresía disfrazada de verdad. Vayamos a él y encontremos descanso. Permitamos que El Espíritu Santo (Ruaj HaKodesh) transforme nuestros corazones y vidas desde dentro.
No se trata de lo que podamos hacer, sino de lo que ya hizo en el Madero Yahshua por nosotros. Vivir en Gracia significa aceptar que, aunque seamos imperfectos, somos amados y aceptados por Dios, como un regalo inmerecido.
Pongamos en práctica este mensaje dejando que La Gracia nos guíe cada día. Descansemos en el Amor del Padre y permitamos que nuestra relación con Él nos lleve a una vida de verdadera santidad, no basada en sus propios esfuerzos, sino en la obra completa de Dios en nosotros.
